Luego de nueve años en la Universidad de Aalborg (Dinamarca), este bioingeniero egresado de la FIUNER, decidió volver a Oro Verde para continuar con su trabajo en investigación.
José Biurrun Manresa tiene 36 años. Es bioingeniero egresado de la Facultad de Ingeniería de la Universidad Nacional de Entre Ríos. Hizo docencia y estudios de posgrado en la Universidad de Aalborg, Dinamarca. Está casado, tiene tres hijos, y luego de nueve años en Europa decidió volver a Oro Verde a continuar con su trabajo en investigación. Sus proyectos como Investigador Adjunto dentro del Instituto de Investigación y Desarrollo en Bioingeniería y Bioinformática (IBB ) están abocados a entender cómo funciona el dolor para mejorar su tratamiento en pacientes.
-¿Cómo fue tu formación en el extranjero?
-En 2007 me surge la posibilidad de hacer un doctorado en la Universidad de Aalborg, Dinamarca. Fueron estudios para entender cómo funciona el dolor. Luego me ofrecieron continuar con un pos doctorado y un concurso para ser docente en la misma casa de estudios. Todo sobre la misma línea de investigación: entender los mecanismos que están detrás de los problemas que tienen los pacientes, ya sean dolores agudos o crónicos. Estudiamos las respuestas cerebrales a estímulos dolorosos y generamos herramientas para estudiar de manera objetiva porque si uno sabe cómo funciona el dolor después puede tratarlo.
-A partir de tu experiencia en Dinamarca ¿qué diferencias viste con la UNER?
-En Dinamarca, la investigación se debe concursar porque es ella la que está asociada a la docencia y no al revés. Acá los cargos son preponderantemente para dar clases con un poco de investigación. El modelo de allá es más parecido al del CONICET porque son investigadores que hacen docencia.
-Una vez que entraste al doctorado se te abrieron las puertas…
-Sí. En Europa pasa mucho que los cargos superiores se van achicando y uno espera que se liberen cupos de personas para poder acceder a recursos. Por eso hay mucha movilidad: uno es profesor asistente en Dinamarca, a los cuatro años se va como profesor asociado al Reino Unido y después como profesor tiempo completo a Francia, por ejemplo. Van surgiendo las posibilidades para ir creciendo.
-Después de nueve años volviste con el programa de Repatriación del CONICET…
-Siempre me gustó el ambiente que tiene la Facultad de Ingeniería, está en un lugar muy tranquilo y la calidad humana que hay es muy difícil de encontrar. Siempre tuve iniciativa de incrementar el capital humano de los laboratorios. Cuando se empezaron a repatriar a los investigadores aproveché. Ingresé como investigador en febrero de 2016 y comencé en noviembre de ese año.
-¿Cuál es la línea de investigación en la que se enmarcan los proyectos en los que estás trabajando actualmente en el IBB?
-Todo tiene que ver a partir de los estudios que hice en Dinamarca. Ambos proyectos están dentro de las neurociencias experimentales o fisiologías del dolor.
-El proyecto que se enmarca en la UNER dentro del IBB se titula Desarrollo y aplicación de nuevas técnicas de registro y procesamiento de señales para el análisis de respuestas cerebrales ante estímulos multisensoriales e ingeniería motora. ¿De qué se trata?
-Básicamente vemos cómo podemos generar, por ejemplo, dolor muscular, estímulos de calor de corta duración con los recursos que tenemos. Utilizamos equipos de radiofrecuencia que, si bien son para fines clínicos o terapéuticos, sirven para imitar el dolor muscular que se genera ante una patología. Estudiamos los mecanismos del cerebro para validar nuevos modelos de dolor.
-El otro proyecto se titula Identificación de marcadores específicos de señales nociceptivas en respuestas cerebrales. ¿Qué proponen?
-Cuando me presenté a la carrera de investigador del CONICET propuse investigar las respuestas cerebrales ante estímulos multisensoriales. La pregunta fue cómo funciona el cerebro ante el dolor. Las respuestas ante estímulos dolorosos son muy similares a otros estímulos de diversas modalidades. Hay ocasiones en las que las señales dolorosas son endógenas –a partir de dolores crónicos, como de espalda u hombro- y en realidad no hay estímulos que las generen. Es decir, queda una memoria dolorosa de algún episodio que ya se superó –pacientes con fibromialgia, por ejemplo-.
-¿Y cómo se genera esa memoria?
-El dolor queda grabado en la espina dorsal o en el cerebro. No está claro el origen y nosotros queremos estudiar por qué, la causa de que un dolor agudo pase a ser crónico.
-¿Cómo lo estudian?
-La idea es generar herramientas de medición que nos permitan detectar dónde, cuándo y por qué ocurren esos cambios de forma tal que podamos focalizar la zona problemática. Queremos registrar señales cerebrales, ya sea a través de la electroencefalografía o de la resonancia magnética funcional para distinguir qué es específicamente doloroso.
-¿Y cómo utilizan ese conocimiento?
-Junto con Christian Mista, Yanina Atum y Ramiro Gatti hacemos la investigación básica. Luego proveemos información para que otros grupos de investigación la usen para detectar, por ejemplo, qué pacientes tienen fibromialgia a partir de imágenes de resonancia magnética funcional. Generamos conocimiento y colaboramos con instituciones que están en la cadena de aplicación para generar diagnóstico o tratamiento.
Crédito de foto: José Biurrun Manresa.
* La misma fue tomanda durante uno de los experimentos en los cuales evaluaron la factibilidad de generar un nuevo modelo de dolor muscular a partir de la aplicación de radiofrecuencia (dispositivo gris que se ve sobre la mesa al fondo). Se puede ver como el voluntario tiene conectados electrodos de registro de electroencefalografía (en la cabeza) y electromiografía (en los brazos) para evaluar las respuestas cerebrales y motoras ante el estímulo doloroso.