Gonzalo Facundo Mastrícola, que se encuentra cursando la carrera de Bioingenieria, realizó un Intercambio a Botucatu (San Pablo, Brasil) por el Programa ESCALA Estudiantil – AUGM, en el primer semestre de 2016.

Relatos de mi intercambio
 
Febrero de 2016, llegaba la despedida argentina. Claro que fue difícil, dejar atrás todo lo que para mí era lo normal, lo cotidiano, pero de lo que algún día debería desprenderme para poder crecer, madurar. Confieso que la situación no me abrumó, al contrario, estaba feliz al saber lo que me esperaba, pero en aquel momento no me daba cuenta, no caía, era consciente pero a la vez no ¿Seis meses es mucho, es poco? No lo sé, solo sé que es suficiente para valorar lo que uno tiene, lo afortunado que uno es, valorar la diversidad de otras culturas, otras personas, costumbres, otros estilos de vida, de educación, otros paisajes e historias de vida.

Viví durante seis meses en la ciudad de Botucatu, la cual es muy agradable, tranquila y festiva a la vez, está conformada por una gran cantidad de barrios, muchos espacios verdes para recreación,  plazas, shopping, teatro, restaurantes, bares y un pequeño centro con variedad de comercios. La naturaleza es extraordinaria, cuenta con ríos a partir de los cuales se forman hermosas cascadas, a las cuales se llega por senderos, ideal para disfrutar en los días de calor. Un gran porcentaje de los habitantes está formado por estudiantes universitarios, que provienen de diversas ciudades de todo Brasil, como así también de otros países quienes desarrollan sus estudios de grado, intercambios, posgrados, pasantías y demás. Todo esto invita a una gran diversidad de entretenimiento por parte de los estudiantes, quienes organizan fiestas tradicionales y el municipio siempre propone actividades que promueven la cultura y las fiestas populares.

Me alojé en una de las tradicionales residencias, a las que ellos llaman “repúblicas”, siendo esta una costumbre muy común en las ciudades que albergan muchos estudiantes universitarios. Elegí llegar a la ciudad una semana antes del inicio lectivo, por lo que poco a poco fui conociendo a quienes serían mis compañeros, algunos moradores fijos desde ya algunos años, otros un poco mas novatos, de diferentes facultades, cada uno con sus historias y anécdotas, pero todos con buena energía y siempre predispuestos a ayudar a los nuevos a adaptarse al grupo. El hecho de vivir en este tipo de comunidades, me facilitó mucho el aprendizaje de la convivencia, me ayudó a aprender el idioma de manera más rápida, a organizarme en las tareas cotidianas, a socializar y adaptarme de manera más fácil a la nueva vida. 

Cada vez me convenzo más de que el mundo es un pañuelo. Mientras esperaba una “carona” (un auto que me llevara hasta la faculta, como se acostumbra en Botucatu), encontré otro argentino, de mi ciudad, el cual había sido colega de estudios en un instituto de idioma inglés y ahora era un compañero de aventura en Botucatu…qué loco. Además de él, conocí otros argentinos con los cuales nos reuníamos a compartir tardes de mates y conversar un poco en castellano, muy necesario después de tantas horas de portugués.

Dado que le mayoría provenía de otras ciudades cercanas, los fines de semana regresaban a sus hogares, y en varias ocasiones fui invitado a acompañarlos para compartir unos días junto a sus familiares, quienes siempre me recibieron de la mejor manera. Al igual que nosotros, los días domingo acostumbran a reunirse en familia para disfrutar del almuerzo, que por lo general es churrasco, muy similar a nuestro asado, y estas fueron excelentes oportunidades para conocer verdaderamente la cultura, experimentar comidas, intercambiar ideas, músicas y costumbres.

Durante mi estadía,  cursé materias de la carrera de Física Médica, perteneciente al Instituto de Biociencias de la Universidad Estatal Paulista (UNESP) que se encuentra en un campus muy grande donde se dictan infinidad de carreras. Este gran establecimiento cuenta con muchos edificios, un gran hospital, comedores, y conforma una gran ciudad universitaria. Además el contacto entre la facultad y el hospital es continuo, lo que me permitió conocer diferentes servicios del mismo y conversar con todo tipo de profesionales. También tuve la suerte de participar como alumno visitante en un Centro de Tecnología e Ingeniería Clínica (CETEC) dentro del mismo campus. Allí conocí profesionales muy dedicados y dispuestos a transmitir sus conocimientos, con los cuales viajé a otras instituciones de salud de ciudades aledañas.

Por supuesto que la posibilidad de visitar otros lugares hizo más interesante esta aventura, tuve la fortuna de conocer varias ciudades, playas y paisajes increíbles. En general los extranjeros intercambistas tratábamos de aprovechar los fines de semanas largos para hacer una escapada a algún lugar no muy alejado. Cerca de Botucatú existen muchas ciudades pequeñas, cada una con sus encantos y particularidades especiales. Antes de regresar a casa quedaban unos días durante los cuales continué recorriendo este increíble país.  

Llegaba, nuevamente, otra despedida, no tan deseada, después de todo lo vivido, estando ya adaptado a este nuevo estilo de vida, habiendo formado nuevas amistades, de un día para otro todo terminaba, debía regresar. Sentimientos encontrados me invadían, la nostalgia de saber que debía armar nuevamente las valijas, abrazos sinceros de todos los que fueron mi familia en estos seis meses, con un nudo en la garganta,  pero feliz y tranquilo de haber vivido una experiencia que no puede ser descripta con palabras. 

Si me preguntan, nunca creí que algún día iría a participar en un intercambio estudiantil. Es increíble lo enriquecedora que termina siendo la experiencia, se ganan muchas cosas, tanto en lo personal como en lo profesional y social. Sin dudas lo volvería a hacer. Siempre estaré agradecido a todos los que me ayudaron a que esto se tornara posible.

 

 




 




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